“Si la naturaleza fuera banco, ya la habrían salvado”
Eduardo Galeano
Me pregunto cada día cuánto más va a aguantar esta forma de organización económica llamada capitalismo. Me sorprendo cuando escucho en conversaciones informales, en conferencias o en aulas de clase que el capitalismo ha demostrado ser el único sistema viable de organización económica de la sociedad. El argumento, por lo general, es que el socialismo tuvo su oportunidad y fue derrotado, ya que fue un sistema autoritario, represivo, ineficaz e ineficiente y sobre todo, que no cumplió las promesas de justicia social e igualdad que hizo. Desde esa lectura binaria la “humanidad” estaba condenada a “escoger” entre dos opciones mutuamente excluyentes y como una de ellas ganó la otra debe desaparecer como referente político.
He hecho el ejercicio de analizar qué modelo fue el que ganó y por qué ganó. Pero inmediatamente tengo que rehacerlo porque la pregunta no es qué modelo ganó sino más bien quiénes ganaron y qué ganaron. Pues bien, ganó una minúscula élite que se hace rica día a día a costa del trabajo de mucha gente y la explotación de los recursos naturales. Que gana cada centavo a partir de una lógica en la que todo vale y en la que acumular riqueza es más valioso que la dignidad humana o el equilibrio ecológico. El flamante sistema económico que tantos y tantas defienden porque “garantiza” la “libertad”, en realidad se sustenta en la explotación de seres humanos y en la devastación ambiental.
Tal vez sea ingenuo pensar hasta cuándo aguantará el capitalismo porque como sistema se reproduce de manera eficiente e incluso en los momentos en los que muestra su cara más perversa. Cuando la desigualdad, la injusticia y la explotación son más evidentes, logra reinventarse y afianzarse en el poder. El capitalismo y sus agentes por todo el mundo logran ganar y acumular gracias a que la gente cada vez es más explotada, más pobre, muere en guerras, de hambre o de enfermedades que se podrían curar.
No quiero perder la esperanza en que podemos construir un sistema en el que la dignidad humana valga más que la estabilidad de los índices económicos. En el que garantizar una vida digna y libre para la gente importe más que salvar el sistema financiero internacional. En el que la educación, la salud, la vivienda, la alimentación, el cuidado del medio ambiente sean mínimos éticos que deben ser garantizados y no negocios que enriquecen a quienes los administran.
El despojo de una vivienda familiar por parte de un banco o el asesinato de quien lucha por la redistribución de la tierra, debería ser como gasolina que enciende el fuego social, porque no están despojando o asesinando sólo a unas cuantas personas, están expoliando de manera masiva para llenar los bolsillos de los usureros que como parásitos se alimentan del trabajo de la gente más pobre. Y no solamente a través del sistema financiero sino en complicidad con los estados que incrementan los impuestos de manera regresiva para “salvar” a los bancos cuando estos han sido saqueados por sus voraces dirigentes.
Ya conocemos la reiterada demanda de los agentes del capital que piden reducción del estado, libre empresa, privatización de los servicios públicos y limitación de la regulación estatal, pero luego, cuando la ambición ha vaciado las empresas o los bancos, entonces si sirve el estado y son nuestros impuestos los que se invierten en saldar sus cuantiosas deudas. Así que contra el capitalismo hay que defender la política.
Defiendo la política como el escenario del debate público, de la negociación, en el que la gente tenga voz pública, donde tenga lugar la lucha y la rebeldía. Donde de manera colectiva, encontremos vías éticas para producir bienestar, igualdad y libertad, porque ya es suficiente de creer que funciona mejor la economía, el interés privado y el afán de lucro: esos no pueden seguir siendo los referentes que estructuren una forma de organización social.
En la política como la concibo, se involucran personas a quienes podemos ver, por tanto susceptibles de asumir compromisos éticos. En el capitalismo hay estadísticas, porcentajes, firmas, nadie asume responsabilidad, nadie da la cara. Más política y menos economía debe ser la orientación que guie el camino hacia un futuro distinto, que tal vez no conocerá nuestra generación pero que podemos construir para quienes vienen. Hoy nadie puede declararse neutral, no afectada/o o no interesada/o en la política porque las millones de personas explotadas, discriminadas, marginadas son una responsabilidad colectiva, social y humana.
Bombón
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